jueves, 25 de febrero de 2010

A RITMO DE PRIMATES

Tengo un vecino muy considerado.
Ya desde las nueve de la mañana y como está desde hace meses en el paro despierta al vecindario
( bueno, cuando él se despierta ) con “música”, con un ritmo monótono de chunga! Chunga, chungui! huic, huic, huic,!! a todo volumen que me trae reminiscencias de mi infancia.
Mejor dicho, me recuerda el ruido que hacía la lavadora de mi madre, modelo de época, cuando era pequeña. Eramos muchos en casa y había que lavar todo el tiempo.
Cuando pienso en el ahorro de energía, no me imagino a mi madre cumpliendo con esta nueva tendencia de responsabilidad con el planeta. Y digo hubiese sido un imposible en ese tiempo, porque en mi casa nunca se detenía esa máquina infernal.

Ese mismo ruido de tambores africanos, de pub actual, sin luces psicodélicas me sigue persiguiendo hoy, que ya deseo el sosiego de mi casa.
Tengo derecho a disfrutarlo, al menos en este largo mes de vacaciones obligadas debido a los dos esguinces que me hice en el pie.
Me caí tratando de subir a una vereda, irónicamente por la misma esquina preparada para que suba sin problemas un minusválido con silla de ruedas.

Estoy mucho tiempo encerrada en mi casa que no está preparada para filtrar ruidos molestos.
Así que la pared que me separa de los ritmos primitivos de mi vecino, legado de sus ancestros
cavernícolas, no me protege de la explosión de sus deseos reprimidos de convertirse en disc-jockey con su colección de sonidos guturales y ritmos de primates.

Dicen que no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista :-)
Si eso es verdad, cuando a él lo saquen del paro y yo vuelva a mi rutina diaria, este suplicio pasará. O por lo menos no me enteraré porque estaré trabajando.

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